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Solemos creer que una hoja parroquial de provincias tiene escasa repercusión, pero en ocasiones, la rápida, inteligente y contundente reacción de un montón de feligreses indignados ha conseguido colocar las cosas en su sitio. Al parecer al margen del Arzobispado, que desconoce el contenido de la publicación, el folleto incluía un artículo demoledor firmado por un sacerdote, Gonzalo Gironés, que justificaba la matanza de 63 mujeres a manos de sus compañeros sentimentales en 2005 alegando que muchas lo merecen porque provocan a sus parejas. Y, lo que es si cabe peor, compara los asesinatos de estas mujeres con el aborto voluntario, diciendo, grosso modo, que las víctimas de la brutalidad de sus novios o maridos han venido a pagar el crimen cometido por esas otras mujeres que decidieron interrumpir sus embarazos.

Resulta difícil de comprender hoy en día no sólo el grado de estulticia al que pueden llegar algunos, sino lo que es más grave, que se ponga a su disposición un medio de difusión, es decir, que tengan la oportunidad de ejercer la apología de un tipo de crimen que la sociedad en bloque, sin fisuras, debería combatir.

Por fortuna, la Iglesia se ha apresurado a desvincularse del contenido del artículo y ha sancionado al autor. Pero, aparte de constatar la existencia de miembros de la Iglesia que piensan así, este hecho pone de manifiesto el sentir de demasiados varones respecto a la mujer. Con alegatos de este tipo no es de extrañar que haya quien se crea en el derecho de quitar la vida, de amenazar, de torturar y de vejar a una mujer por el mero hecho de serlo. Desde todos los ámbitos sociales, incluida la Iglesia, se debe poner todo el empeño en denunciar estas actitudes, tan contrarias al respeto y la convivencia.