Es quizás una de las cuevas más desconocidas de la Isla, pero lo cierto es que en su interior guarda un encanto especial y distinto a otras grutas. La Coves de Gènova están de celebración ya que se cumplen 100 años de su descubrimiento, en 1906. Su descubrimiento fue accidental, puesto que el propietario de la finca, Gabriel Juan Salvà, contrató a unos obreros para que le hicieran una cisterna. Durante las excavaciones, éstos encontraron un espectacular fenómeno natural que con el tiempo se convertiría en un reclamo turístico. Posteriormente heredó las cuevas el hijo del descubridor, Gabriel Juan Jaume, quien en 1910 exploró diversas salas realizando algunos senderos para un cómodo recorrido por su interior. En aquella época eran mostradas, con luces de carburo, sólo a las amistades y a los conocidos. En 1932, el propietario las alquiló a la directora escenegráfica rusa Natascha Rammbova, segunda mujer de Rodolfo Valentino, quien emprendió la instalación de la iluminación eléctrica y la construcción de diversos caminos. A raíz de la Guerra Civil, Natascha abandonó el país y las cuevas pasaron a manos del nieto de su descubridor, Gabriel Juan Vicens.
Al final de la luz
Las espectaculares Coves de Gènova están de celebración, ya que se cumplen cien años de su descubrimiento, producido de manera accidental en 1906
17/03/06 0:00
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