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JOAN CARLES PALOS (EVEREST)
Tened ciudado», éste es el mensaje que más se repite en los correos que reciben los escaladores durante su marcha por las altas tierras del Himalaya. Su autor no es otro que Pere Aloy Felani, buen amigo de Tolo Quetglas y, circunstancialmente, podólogo de la expedición. Una de las mayores preocupaciones de Aloy son los sabañones que tiene Tolo Calafat en cada pie, y que son su martirio. Aunque su fortaleza hace que en ningún momento se le oiga refunfuñar. Sin embargo, la solución implica pasar por la mesa de operaciones, y «prefiero subir cien veces la cascada de hielo del Khumbu que dejarme operar los pies», afirma Tolo.

Joan Antoni Olivieri y los dos Tolos -Calafat y Quetglas- llegaron ayer a Namche Bazar, capital de la región del Solu-Khumbu. En esta población, situada en 3.400 metros sobre el nivel de la mar, los expedicionarios permanecerán dos días para iniciar el proceso de adaptación a la altura. Al llegar al campo base, se situarán en 5.400 metros y 3.500 más arriba es la cima del Everest, hecho por el cual es necesario dar tiempo al organismo a acostumbrarse a la falta de oxígeno y de presión atmosférica.

Sin embargo, ésta no es la mayor preocupación del grupo. La adaptación no es sólo física, sino también psicológica. Los recuerdos de añoranza son un factor contra el cual conviene estar preparados. Pero en las conversaciones del grupo salen todo el tiempo Marco y Claudia, los hijos de Tolo Quetglas, como también Miquelet, el hijo del otro Tolo. «No veas, he telefoneado a casa y el niño ha preferido ir a jugar con el piano que hablar conmigo», se lamentaba Calafat irónicamente. En cambio, Quetglas confiesa que «ahora empiezo a superar la sensación de añoranza de mi familia».