No hubo incidentes ni detenciones, pero, poco tiempo después, los antidisturbios se vieron obligados a desalojar a la veintena de personas que se había concentrado en Can Malalt, otra de las fincas conflictivas, donde también comenzaron los trabajos de construcción de las nuevas carreteras.
Durante las labores de derribo de las cuatro casas de Ca na Palleva, entre ellas la casa payesa del siglo XIX, ni siquiera hizo falta la intervención de los antidisturbios que, desde la 6 de la mañana, montaron guardia en torno a la vivienda.
Hace casi tres meses, las máquinas intentaron entrar en Ca na Palleva pero algo más de 200 personas hicieron frente a la Guardia Civil y lograron evitar la ocupación del terreno. Ayer no fue lo mismo y la Guardia Civil sólo tuvo que echar por la fuerza a siete personas, entre ellas los propietarios de las viviendas, que aguardaban la llegada de las máquinas en el porche de la casa. «No hemos podido hablar con nadie ni nos han enseñado los papeles», dijo Francisco Ramon, copropietario de la casa payesa.
Ya no hubo más resistencia, salvo gritos aislados de «asesinos» o «delincuentes», así como alusiones a Marbella, a cargo de alguna de las 30 personas que, bajo la lluvia, presenciaron cómo la pala excavadora derribaba la casa. A las 8.20 horas, el símbolo de los antiautopistas era sólo un montón de escombros y, unas horas después, un solar donde no quedaban signos de que hubiera existido una casa. El día anterior se grabaron imágenes, por encargo del Consell, para la elaboración de un vídeo documental que se incorporará al Archivo d'Imatge i So.
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