Más de mil inmigrantes procedentes de Àfrica han llegado durante el fin de semana a las costas de Canarias en una nueva avalancha propiciada por la luna llena, el mar en calma y, como siempre, las mafias que trafican con seres humanos y la situación desesperante del continente negro. Las autoridades de las islas ponen el grito en el cielo y exigen, con razón, ayuda inmediata. Desde el Gobierno de la nación se promete que se redoblarán los esfuerzos desde tierra, mar y aire. Pero, en el fondo, como todos sabemos, es una marea incontenible, tan persistente como el flujo y reflujo del mar. El porqué está más que claro y para combatir este mal no basta con poner tiritas a los síntomas, sino que hay que atacar la razón que los motiva. Y todos sabemos cuál es: el hecho vergonzoso e increíble de que hayamos condenado a la más absoluta miseria, a la ignorancia, a la enfermedad y a la falta de libertades y de derechos básicos a millones de personas que tuvieron la mala suerte de nacer en una parte del mundo sin perspectivas de futuro, dominada por la corrupción, el despotismo y la pobreza.
Editorial
Europa se desentiende de la inmigración
17/05/06 0:00
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