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En la cima sientes una emoción serena y controlada», declaró Joan Antoni Olivieri Oli, a su llegada al campo base. Sólo hace 48 horas que hicieron cumbre y los sentimientos todavía están muy vivos. «Me impresionó mucho la visión de los glaciares que se dibujan entre las montañas que están a tus pies», manifestó por su lado Tolo Calafat. Tolo Quetglas ofreció ayer a sus compañeros una emocionada recibida a los pies de la cascada de hielo de Khumbu. Era la primera vez que los tres se veían desde la noche del día 17. En los rostros de los dos escaladores todavía estaba presente el esfuerzo de los últimos dos días. Especialmente, las quince horas que invirtieron en subir y bajar los 850 metros de desnivel que separan la garganta Sur de la cima del Everest. Pero la alegría del momento y la celebración compartida con la expedición filipina -sus dos miembros, Leo y Pastor, consiguieron llegar a la cima el 17 y el 18 de mayo, respectivamente- fue el mejor bálsamo para Oli y Calafat.

El jueves los dos escaladores llegaron poco antes de las ocho y media de la mañana a la cima del Everest, donde tan sólo pasaron cuarenta minutos, «porque el tiempo cambia muy pronto y no puedes entretenerte mucho». Antes de comunicar por radio al campo base su triunfo, «mi primer pensamiento al llegar arriba fue buscar un sitio para sentarse. Uno de nuestros sherpas, Pemba, me cogió la cámara de vídeo y yo empecé a sacar los carteles de nuestros patrocinadors», explicó Tolo Calafat, quien añadió que «hasta pasados unos minutos no fui consciente de lo que había hecho». En este sentido, su compañero Oli apuntó que «cuando llegas a la cima te ocurre una extraña sensación de tranquila felicidad. El otro un impulso de abrazarte a tu compañero». Oli y los dos Tolos vuelven a estar juntos. «Esta cima es de los tres, la hemos batallado juntos hasta el último momento. El éxito de esta expedición es mérito de Oli y los dos Tolos», declararon ayer Oli y Tolo Calafat. «Para nosotros fue un instante muy triste cuando nos dijo que no se sumaba en el ataque final por aquel maldito dolor de espalda».

Hoy los tres escaladores empezarán a hacer el equipaje y a desmontar el campamento que durante 39 días ha sido su hogar en el glaciar del Khumbu (5.330 m). Mañana llegarán a primera hora los iacs y los portadores que llevarán la media tonelada de material, entre ropa y utensilios de escalada, que viajarán con ellos hasta Lukla, donde se prevé que lleguen el día 24 de mayo. Un día después ya estarán en Katmandu, donde les espera una obligada visita al orfanato de la capital nepalesa. El vuelo hacia Palma se prevé para día 29 de mayo y la llegada al día siguiente. Y mientras se acerca la hora de partir, en la tienda del campamento mallorquín suena «Batiscafo Solitari», del grupo Antònia Font, que ya se ha convertido en el himno oficial de la expedición «Mallorca a dalt de tot. Everest 2006». Los expedicionarios leen con ilusionada emoción los mensajes recibidos a través de la página web de la expedición los días que han estado fuera. Al mismo tiempo, Tolo Calafat, preocupado porque una pequeña ampolla en el dedo grande del pie izquierdo no sea un principio de congelación, lo pone en agua caliente, mientras da friegas en la espalda a Tolo Quetglas con una pomada antiinflamatoria. Así es la vida en la base, como en familia.

Joan Carles Palos