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Oli y los dos Tolos ya vuelven a estar en la bulliciosa Katmandú, adonde llegaron ayer a primera hora procedentes de Lukla. Los expedicionarios han dejado atrás las altas tierras del Himalaya y ahora intentan acelerar su vuelta a Mallorca para reencontrarse con los suyos, pero las cosas no son fáciles. Los billetes de avión en esta época no se cambian fácilmente, y ahora la fecha más próxima para llegar a Son Sant Joan sería el jueves de la semana que viene. Es una práctica habitual en todas las expediciones volar con billetes abiertos, atendiendo a la duración incierta de este tipo de aventuras -cerca de dos meses en el caso del Everest-. Los problemas vienen después, cuando alcanzados los propósitos quiere iniciarse el retorno a casa. A pesar de las buenas comunicaciones entre Nepal y el resto del sureste asiático y, al mismo tiempo, las numerosas conexiones con Europa, a veces resulta imposible ajustarlas a las necesidades. Ahora sólo les queda disfrutar del ambiente de la capital nepalí. Sobre todo de su centro neurálgico, la barriada de Tamel. Tradición y modernidad se mezclan en este lugar de Katmandú, de la misma manera que lo hacen los inconfundibles aromas a especies con los de una insana humedad y una escasa salubridad. Pasearse por sus calles es casi tan peligroso como una ascensión por la cascada del Khumbu, el tráfico va como quiere.

Oli y los dos Tolos aprovecharon sus primeras horas en la ciudad para pasar por el barbero, hacer unas compras y compartir unos instantes con los miembros de otras expediciones en la inevitable pizzería Fire and Ice. Fue precisamente allí donde los mallorquines coincidieron con Serap Jangbu (el sherpa que acompañó al coreano Mr. Parks en la travesía norte-sur del Everest), los italianos Silvio Mondinelli (Lhotse -8.516 m.-, por la vía normal y «haciendo estaciones»), Simone Moro (finalmente, el Everest con «un poco» de oxígeno) y Mario Merelli (se quedó un centenar de metros por debajo de la cima del Lhotse con su compañera), además del navarro Iñaki Ochoa de Olza (quien acaba de escalar el Manaslu -8.163 m.- en tan solo 15 horas con el escalador vasco Jorge Egocheaga, sin embargo se quedaron a las puertas del campo base del Dhaulagiri -8.167 m.- por culpa de un rayo que mató a uno de sus sherpas).

Y mientras el calor anuncia las lluvias torrenciales del monzón, Katmandú vive el retorno de la mayoría de expediciones al Himalaya. En un par de días habrán desaparecido. Mientras, si uno afina el oído por los diferentes rincones de Tamel pueden oírse las múltiples historias de las aventuras vividas con más o menos éxito en una u otra montaña de este lado del planeta. Sus protagonistas son los escaladores, que a menudo pintan la cosa más grande de lo que realmente es. Sin embargo, ¡qué puñetas!!! Eso da más color a la caótica Katmandú.

Joan Carles Palos