Hace tiempo que, a rebufo de la inmensa burbuja inmobiliaria que estamos viviendo en este país y de la inflación incontenible, se venía vaticinando la posibilidad de que los tipos de interés subieran de forma suave pero constante en los próximos meses.
Para susto de muchos, esta lenta pero inexorable subida se está haciendo realidad con una parsimonia enervante. Llevamos ocho meses de incrementos y los expertos creen que acabaremos el año con los tipos de interés en el cuatro por ciento.
Quizá esta situación lleve a más de una familia a pasar algunos apuros a la hora de hacer frente a su hipoteca, pero tal vez también tenga algunos efectos positivos en la moderación de los precios de la vivienda.
De momento lo que la mayoría de quienes tienen suscrito un préstamo hipotecario van a comprobar de forma fehaciente es que el recibo subirá cerca de sesenta euros al mes, lo que supone más de setecientos al año, un pico.
De hecho, el alocado incremento de los precios de los pisos registrado en esta última década ha ido de la mano de la drástica reducción de los tipos de interés, lo que ha permitido a las familias hacerse cargo de préstamos mucho más elevados, con lo que la vivienda ha acabado por encarecerse de forma espectacular. De ahí que ahora, si los tipos van subiendo lentamente, quizá la respuesta natural del mercado sea una ralentización de las subidas e, incluso, el estancamiento de los precios.
Se confirme o no esta tendencia, lo cierto es que las cosas se ponen cada día más difíciles para quienes aspiran a poseer una vivienda y nadie parece tener la fórmula mágica para reconducir la situación.
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