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NEKANE DOMBLÀS
Si se juntara toda la basura que ha quemado la incineradora de Son Reus en los diez años que lleva funcionando podría llenarse el equivalente a cinco estadios como el Lluís Sitjar. El 12 de junio de 1996, echaba a andar la instalación que ha provocado una de las polémicas más intensas de las vividas en las Islas, trufada de recursos ante los tribunales, encadenamientos de sectores ecologistas a la planta e incluso la ruptura del primer Pacte de Progrés que se creó en el Consell de Mallorca.

El arranque de la planta fue políticamente tormentoso. La oposición a la instalación de una incineradora fue enorme y constante, hasta el punto de que los dos hornos complementarios que debían añadirse en breve a los dos ya construidos todavía están en fase de proyecto. Maria Antònia Munar decidió destituir de sus funciones del gobierno del Consell a los representantes del PSM después de que éstos se opusieran a la planta incineradora. Se rompió el Pacte de Progrés, pero volvió a recomponerse unas semanas después.

No hubo inauguración oficial. Alguien apretó un botón y la planta comenzó a quemar basuras. Así de simple. Diez años después, con más de 2,5 millones de toneladas de basura quemadas en sus dos hornos, el Consell de Mallorca ha decidido convocar un acto para celebrar los diez años de la incineradora. Es una especie de inauguración oficial con una década de retraso.

A los dos años de entrar en funcionamiento se comprobó que los dos hornos construidos eran insuficientes para tratar toda la basura que generan los mallorquines. En 1998 se quedaron 60.000 toneladas de basuras sin quemar frente a las 300.000 que se incineraron.