Francisca Pons, de 86 años, se licenció en Bachillerato en 1937 e impartió clases en Son Quint. «Hace 21 años que me retiré pero me gustaba mi profesión porque lo sentía», afirmó Pons, que acudió al homenaje junto a su marido, director del centro en el que pasó parte de su vida profesional.
Francesc Fiol, el conseller d'Educació, presidió un acto lleno de sorpresas y emoción celebrado en el Bahía Mediterràneo. Dolores Prieto, con 87 años, recordó sus 43 años de docencia compartida entre los institutos Ramon Llull y Joan Alcover y el colegio Eugenio López. «Lo mejor de la profesión es cuando te encuentras con un alumno, te saluda y te agradece que hayas tomado parte en su vida», confesó Prieto, que también resaltó «el carácter que te impone ser maestro».
El caso de Maria Coll Bover, nacida en 1917 y natural de Sóller, es diferente. Una de sus compañeras de la hermandad recordó que «Coll es una mujer a la que siempre se le recuerda rodeada de niños porque disfrutaba con los jóvenes».
Lo mismo le pasa a Antoni Gayà, de 86 años. Según relató, fue «maestro accidental» a finales de los treinta. «Después de la Guerra Civil hicieron maestros a muchos oficiales. Al final acabé siendo veterinario y, más tarde, me hice miembro de esta fraternidad», señaló.
Juan Guasp, el quinto de los homenajeados, se pasó 37 años trabajando en un banco, pero acabó ingresando en la hermandad, una sociedad en la que siempre se lo ha pasado «muy bien». Con 87 años aún recuerda, con brillo en los ojos, como un buen amigo suyo lo invitó a formar parte de ella.
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