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El presidente de la Generalitat de Catalunya, Pasqual Maragall, anunció ayer que no volverá a presentarse a la reelección. Realmente era algo que se veía venir y que muchos analistas políticos daban por hecho desde el mismo momento en el que el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, buscó en Convergència i Unió (CiU) el aliado necesario para desatascar el nuevo Estatut, finalmente aprobado en referéndum el pasado domingo.

Aún reconociendo que Maragall ha sido una figura clave en la nueva norma autonómica, el texto que llegó a Madrid no era el que se esperaba el Gobierno y tuvo que ser sometido a una negociación inacabable para encajarlo en el orden constitucional, cosa que el PP y algunos juristas opinan que no se ha conseguido.

En lo que llevamos de legislatura, además, la gestión de la Generalitat catalana se ha visto salpicada por asuntos tan graves como la crisis del Carmel o el famoso tres por ciento. Y, para acabar de complicar el asunto, el tripartito se rompió en el momento en el que los consellers de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) fueron excluidos del gobierno por su posición contraria al nuevo texto del Estatut horneado en Madrid.

Aunque el resultado que arrojarán las urnas en las próximas elecciones en Catalunya es una incógnita, parece que, por el momento, esta decisión pone las cosas de cara para el líder de CiU, Artur Mas. Sin embargo habrá que ver qué resultados cosecha el que ya se presume como nuevo candidato del PSC, el actual ministro de Industria, José Montilla.

Las elecciones catalanas del próximo otoño se perfilan como una prueba de fuego para los socialistas catalanes con esta apuesta del presidente Rodríguez Zapatero.