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A media mañana de ayer la llamé proponiéndole que, al menos, me diera una pista de por dónde iba a estar con su familia. Pero no me la dio. «Cada año me haces la misma pregunta y yo te contesto lo mismo: no te lo digo. Estoy en Mallorca con Kyril y mis hijos. Estamos descansando. Quiero hacer una vida tranquila, sin esconderme. Si me buscas y me encuentras, mejor para ti y peor para mí». Dos horas después dimos con ellos. Mala suerte para ella, aunque ¿por qué mala suerte? Si estaba divina, metida en su traje de neopreno, sobre la tabla de surf, siguiendo atenta las indicaciones que le hacía su marido, al lado de la tabla. Una vez más, el «robado» nos mostró la condición humana de la pareja como tal, y la de como madre y padre.

Ajenos a nuestra presencia, estuvieron siempre pendientes de sus hijos que, durante la clase de surf, permanecieron en la orilla controlando todos los chismes que habían bajado del coche que, entre tabla de surf, tabla de kitesurf, paraca, cesta de comida y colchonetas, iban cargados. Buenos chicos, sí. Muy modositos y bien educados.

Rosario, mientras tanto, trataba de mantener el equilibrio sobre la tabla, lo cual para uno que comienza no debe de ser fácil. Porque como se cayera, el barrigazo estaba más que asegurado, lo cual ocurrió un par de veces. Pero todo se andará, Rosario. Nadie nace enseñado. Hay que darle tiempo y seguir haciendo gala de paciencia. El tiempo y la paciencia solucionan muchos problemas, y ella tiene todo el verano, que deseamos disfrute plenamente, ya sin nuestra presencia en los alrededores que elijan, a no ser que nos traiga a su casa alguna sorpresa, como el año pasado, o esta Semana Santa, que entonces sí, estaremos de nuevo merodeando. Pero si no, hasta el año que viene.

Pedro Prieto