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Balears ha recuperado el liderazgo turístico perdido en años pasados por estrategias equivocadas. Liderazgo en cuanto a cifra de visitantes, diversificación de mercados y puesta en marcha de proyectos emblemáticos. Todo esto está bien visto, pero julio y agosto van a ser la prueba de fuego para comprobar y demostrar este liderazgo en la calidad de los servicios turísticos. No basta con tener a los turistas, hay que cuidarlos, mimarlos y darles la relación calidad/precio que merecen. En temporadas récord, y ésta lo será al final de la misma, siempre surgen los mismos problemas de siempre: falta de simpatía, problemas de servicio, oferta ilegal descontrolada y críticas sobre la formación de los trabajadores y la actitud de determinados empresarios que sólo buscan hacer el agosto sin importarles lo más mínimo la imagen de destino. Este tipo de cuestiones tiene que controlarse al detalle por los responsables municipales y autonómicos, porque al final todo queda en manos de las administraciones para aplicar la normativa vigente, imponer las sanciones que procedan y erradicar de raíz estas malas costumbres, que suelen ser más habituales de lo normal pese a algunas declaraciones de presidentes de patronales y responsables políticos. La economía balear es un suma y sigue en todo. Y en este «todo» hay que incluir a todos los que viven por y para el turismo y al resto de la población, puesto que indirectamente, quieran algunos o no, aquí se vive del turismo. El debate que se puede plantear, una vez más, es si merecemos la calidad de los turistas que nos llegan, la mayoría de ellos con una capacidad de gasto bastante reducida a tenor los niveles de gasto. En Balears caben todos los segmentos, pero la formación y la calidad de servicio debe ser la de un líder.