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Los reyes de Noruega, Harald y Sonia, entre regata y regata, siguen disfrutando del verano mallorquín.

Ayer por la mañana, mientras el rey revisaba algo en el interior del contenedor instalado en un lugar al fondo del puerto de la base naval de Portopí, cuya enorme y chirriante puerta abrió y cerró ante la mirada de dos marineros del «Norgue», la reina, con un pequeño séquito y dos escoltas, se desplazaba en automóvil a Palma, de compras.

El monarca noruego parece que está completamente restablecido. Al menos, en la mañana de ayer, bajo un sol de justicia, lo puso de manifiesto. Descendió del barco, recorrió un largo trecho hasta el contenedor en el que permaneció durante unos minutos, salió de él y cerró el pesado portón, para regresar de nuevo a bordo.

Mientras, su esposa, la reina Sonia, tras haber aparcado el vehículo con el que fue a Palma, realizaba una serie de compras en distintos establecimientos, confundida entre la gente que no reparó en ella. Vestía de claro, con bermudas y zapatos de medio tacón. Además de las compras que hizo, ya que llevaba bolsas en una mano, sostenía con la otra el bolso en cuyo interior llevaba un botellín con agua, adquirió la prensa, no sabemos si la de su país.

Sobre las dos de la tarde regresó a Portopí y tras aparcar el coche en el estacionamiento, subió al «Norgue», viejo, pero bello barco, que el pueblo noruego regaló al rey Haakon -abuelo del actual rey- en 1911, y que desde hace unos años se ha convertido en otro de los iconos del verano mallorquín.

Pedro Prieto