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El boca a boca la han convertido en una de las playas más emblemáticas de la Isla. Su arena blanca, su agua cristalina y, por supuesto, su amplitud la hacen acreedora de este mérito. Por ello, es también una de las playas más concurridas durante el verano, sobre todo los domingos. Isleños y turistas coinciden en este bello paraíso durante ese día.

Ayer no fue una excepción. Sobre las 13.00 horas, ya se preveía el lleno que presentaría esta zona, debido al aspecto del aparcamiento. El calor era insoportable, pero la gente no desistía. Tras llegar al párking, cuyo precio es de 6 euros por coche, una cifra bastante abusiva, pero que la gente está dispuesta a pagar con tal de disfrutar de esa idílica playa, los domingueros andan unos cinco minutos hasta llegar a la playa. Una vez allí, hay que hacerse con un hueco donde extender la toalla, una misión casi imposible. Muchos se agolpan cerca de la orilla, mientras que otros prefieren estar más hacia el interior y sobre una hamaca.

A pesar de los distintos chiringuitos y restaurantes que hay en la zona, lo cierto es que la gente que acude a es Trenc va más que preparada. Nevera bajo el brazo, bolsas llenas de comida, mesas y sillas de playa, además de sombrillas, son la principal alternativa a estos negocios.

Uno de los aspectos negativos de esta playa, al igual que de muchas otras, es la cantidad de barcos que fondean demasiado cerca de la orilla y que rompen el paisaje idílico de este paraíso al completo.

S. Coquillat
Fotos: Pilar Pellicer