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Último domingo de julio. Que recordemos, no hubo otro día tan caluroso como este.
Don Felipe llegó a Palma, desde Perú, vía Madrid, a media mañana de ayer. Poco antes de la una del mediodía embarcó en la Gomonne, en la base naval de Portopí, poniendo rumbo a lo que se considera campo de regatas.
Observamos que, al poco de salir del puerto militar, don Felipe echó mano al móvil, tecleó números y, a continuación, se puso a hablar. No mucho tiempo. Eso, en la carretera, cuesta tres puntos además de una multa en metálico. Pero hasta el mar todavía no ha llegado la prohibición de si conduces no llames. ¿A quién llamaría don Felipe? ¿A su mujer, la princesa de Asturias...? Nos tememos que no, pues deducimos que la acababa de ver en palacio minutos antes. Lo más probable es que tratara de contactar con la tripulación deCAM, el barco que patroneará en la presente Copa del Rey de vela.
Minutos antes, había salido de la base el Rey pilotando eFortuna, donde iban los tripulantes deBribón, su barco de regatas, y el armador, Josep Cusí. Tenemos la impresión de que iban a Cabrera, a disfrutar del día.
Aproximadamente a las dos de la tarde apareció por el pequeño puerto donde está amarrada la Somni, un coche de color azul del que nos dio la impresión de que los marineros bajaron una cesta. ¿La de la comida? Podría ser. Al rato, llegaron la reina doña Sofía; su nuera, la princesa de Asturias, y su hermana, la princesa Irene de Grecia. Tras sobrepasar el faro del dique del Oeste, la lancha puso proa hacia el campo de regatas.
Al parecer, por la mañana la Reina asistió a una misa en Santa Eugenia con motivo del homenaje al vicario general de la Archidiócesis de Tegucigalpa, el misionero Antoni Quetglas que, nacido en este pueblo, recibirá la distinción de hijo ilustre.
Pedro Prieto
Fotos: Julián Aguirre