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Miércoles noche, en la Platja de Palma, alrededores del balneario 6. Poca gente en las terrazas, bastante paseando cerca del mar y algunos -cada vez más- montándose ebotellón sobre el muro que separa el asfalto de la arena. Como en los viejos tiempos. Empezaron, como ahora, no muchos, y terminaron siendo una legión.

La por entonces presidenta de Emaya, María Crespo, finiquitó la cuestión, que entre otras cosas atenta contra la buena (?) imagen de la Platja de Palma, a base de que los camiones de riego pasaran soltando agua por el lugar cuando ebotellón estaba en su máximo apogeo. Este botellón en cuestión es un síntoma más de la crisis turística de masas que estamos atravesando, que existe, por mucho que la maquillen los políticos.

De la crisis detodo incluido y de la ausencia de música en las terrazas hasta la medianoche. El turista, en su mayoría muy joven, por tanto con pocos recursos, cansado de estar en el hotel, sale a la calle, pero como ésta es cara, se lo monta a base de comprar cajas de cerveza -la del «Paquito», sobre todo- y sangría a granel, o si no, los productos con los que se hace los meten en un cubo, y con largas pajas la tragan sentados en el murete.

Pedro Prieto