TW
0

La XXXIII edición de la clásica «Marxa des Güell a Lluc a peu» será recordada por la lluvia, que dificultó el ya de por sí exigente recorrido de 48 kilómetros. Las precipitaciones se convirtieron en el principal obstáculo de los caminantes, quienes en grupos muy dispersos trataron de completar la distancia hasta el monasterio de Escorca. El agua había asomado ya desde los mismos prolegómenos, cuando la alcaldesa de Palma, Catalina Cirer, hablaba a la salida de la iniciativa como una tradición emblemática de Mallorca.

Tales palabras bien podrían haber sido suscritas por Tolo Güell, el artífice del evento que se celebra cada primer sábado de agosto. Todo empezó en el verano de 1974, cuando a una hija del organizador le estalló un sifón en las manos, sin que la pequeña resultase ni siquiera herida. Aquel milagro bien merecía una peregrinación para dar gracias a la Verge de Lluc.

Para Tolo Güell, la marxa es ya todo un fenómeno social, una genuina expresión de mallorquinidad. A pesar de ello, la organización estuvo a punto de proponer la suspensión de la prueba e incluso en los tramos más extenuantes se invitó a los participantes a abandonar. Cuál no sería la emocionada sorpresa de Tolo Güell cuando recibía una negativa tras otra: la gente, aunque al límite de sus fuerzas, quería llegar a Lluc. Y ni la lluvia ni las condiciones adversas iban a impedírselo.

Fran Casillas