06/10/06 0:00
La Habana. 06.35 de la madrugada. Amanece. Junto al malecón, frente a mi hotel, en plena ciudad vieja, la noche se desvanece poco a poco. La media docena de jineteras que se han estado buscando la vida se disponen a regresar a sus casas. Poco a poco el tráfico se va incrementando. La capital cubana, en su parte más antigua, recobra su ritmo habitual. Regresando a mi hotel me cruzo con un grupo de pescadores que, caña en ristre, sobre el muro del malecón intentan resolver el día, cuando menos con un par de barracudas con las que hacer la comida o vender sacándose con ello unos cuantos pesos. Resolver el día, ya digo. Porque como el salario (400 pesos al mes ó 20 dólares) no alcanza.
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