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MONICA GONZALEZ/EFE
«Países europeos que condenaron severamente el proceso extraordinario de regularización del Gobierno español están haciendo lo mismo ahora, como Alemania, que ha puesto los mismos condicionamientos, o Francia, y por qué, pues porque es lógico dar carta de naturaleza a lo que ya existe».

Alvaro Gil-Robles, ex comisario europeo de Derechos Humanos, realizó ayer estas declaraciones durante su participación en las Jornadas sobre Inmigració, Identidad, Multiculturalidad y Ciudadanía que organiza la Obra Social de La Caixa desde ayer hasta mañana.

Gil-Robles pronunció la conferencia inaugural, titulada «La identidad y las identidades», en la que trazó una «visión realista» del fenómeno inmigratorio que consideró imparable «mientras en Europa exista una demanda y en los países de origen haya miseria o guerra». A partir de ahí, el jurista abogó por la integración, lo cual exige «el respeto al que viene y respeto del que viene a la sociedad de acogida».

Gil-Robles reconoció que «no existe una política europea conjunta de inmigración, porque hasta ahora no ha tenido esa sensibilidad, pero tendrá que ponerse de acuerdo tarde o temprano». «Tan sólo se ha articulado una política de contención y represión de la inmigración irregular, pero no existe una visión interna de lo que hay que hacer con la inmigración legal, porque Bruselas no tiene la competencia, por lo que eso revierte hacia cada país europeo».

Insistió en que «nadie emigra por placer para ganarse la vida, por lo que si queremos frenar la inmigración tendremos que crear en los países de origen las condiciones económicas, de seguridad y de vida democrática que permita desarrollar esas sociedades».

Un elemento prioritario, resaltó, debería ser la lucha contra las mafias «y contra los que apoyan a estas mafias», pero antes, prosiguió «nos queda mucho por hacer, como informar debidamente a la ciudadanía de los beneficios de la inmigración legal para el desarrollo de Europa y terminar con ese discurso absurdo de los peligros de la inmigración».

Y es que, informó, «según las cifras oficiales, en los próximos diez años harán falta cuatro millones más de inmigrantes para mantener el ritmo económico de Europa y en España cerca de un millón más». En su opinión, el problema está en cómo se produce ese proceso inmigratorio, en la falta de control, y ante ello apuntó que visados temporales y más fáciles de conseguir serían una opción, «pues los cupos son muy pocos».