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Llegamos al final del recorrido a través de la Pequeña Habana. A lo largo del mismo hemos extraído numerosas opiniones de los cubanos en el exilio respecto a como ven la recta final del castrismo. Unas coinciden con otras. Otras divergen. Pero todos están de acuerdo en que después de Castro no más Castro, aunque algunos también tiene muy claro que la transición ya se ha hecho. Armando Valladares, poeta, escritor y ex embajador de Estados Unidos de Derechos Humanos en Naciones Unidas, lee las dos páginas que Castro le dedica en «Fidel Castro, biografía a dos voces» y se ríe. «En poco espacio cuenta muchas mentiras. No acierta a decir la fecha en que me detuvieron; tampoco fue Regis Debray quien negoció mi libertad sino que lo hizo el ministro de Cultura de Mitterrand, Jacques Lang. Debrays sólo trató la forma de cómo iba a ser puesto en libertad. Tampoco es cierto lo que cuenta sobre mi parálisis. No es verdad que me filmaran levantándome de una silla de ruedas. Yo, por entonces, ya podía caminar. Lo que pasa es que pusieron a otro, de espaldas, en la silla de ruedas. Pero eligieron mal a mi doble. Era mucho más grande que yo, que además, a causa de estar en la cárcel, estaba hecho un esqueleto andante. Aparte, no me interesa para nada ese libro ni quien lo ha escrito. Aquí conocemos a Ramonet; él ha escrito al dictado de Fidel».

De Armando Valladares poco podemos añadir que ustedes no sepan. El autor de 'Contra toda esperanza' se pasó veinte años en las cárceles castristas, desde donde denunció la vida de los presos en ella, así como las torturas que éstos padecen. Y la primera vez lo hizo a través del poemario «Desde mi silla de ruedas», en la que, las consecuencias de una huelga de hambre, se sentó durante larga temporada. «Un amigo me aconsejó que no sacara ese libro, 'porque si lo haces desde aquí dentro, a nada que se sepa te fusilan de espaldas'. Pero yo lo publiqué. Hice veintiuna copias en papel de fumar que envolví y até con nylon formando lo que en la cárcel llamamos balitas, y sólo una logró salir a la calle. Pero fue suficiente. Los poemas escritos que contenía la balita vieron la luz en forma de libro. Y no sólo eso, sino que fue traducido a varios idiomas y vendido en muchos países. A consecuencia de la publicación de este libro, empecé a recibir el apoyo de intelectuales que intercedieron por mí. Uno de ellos, Fernando Arrabal, le dijo a Mitterrand, «usted tiene la llave de la celda de Valladares».

Al salir de la cárcel recorrió media Europa denunciado las torturas a las que el régimen castrista sometía a sus presos. En una comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, Valladares ridiculizó a la delegación cubana, al frente de la cual estaba Raúl Roa, quien en ningún momento supo replicar cada una de las acusaciones que le hizo el ex preso poeta. Por defender los derechos de los presos cubanos en cárceles de Castro, Valladares se ha enfrentado hasta con el Nóbel García Márquez, a quien califica de chivato de Castro. «Hace años se reunió en la Habana, en el hotel Capri, creo, con el disidente Ricardo Bofill, quien le entregó una lista de intelectuales maltratados por el régimen, pidiéndole que intercediera por ellos, a lo que Márquez se comprometió. Meses después, arrestan a Bofill, y al sentarse delante del oficial de la Policía Política para ser interrogado, éste le muestra el papel que le había entregado a Márquez tiempo atrás. ¿No es eso ser un chivato? Por otra parte, cuando a un intelectual de la categoría de Márquez se le ofrece un canal a través del cual puede llegar a millones de personas, y lo utiliza para engañar y alterar las verdades históricas, aunque tenga una gran formación académica, se convierte en una amenaza para la sociedad. Y García Márquez, que asegura que Cuba es el único país de América Latina que respeta los Derechos Humanos, miente».