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El Gobierno ha aprobado una reducción en las retenciones a cuenta del Impuesto Sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF) que comenzará a aplicarse este próximo mes de enero y que supondrá un descenso medio de un 4,6 por ciento. Esto significa que las familias contarán con mayor liquidez y, por tanto, con una mayor capacidad para afrontar gastos. Ahora bien, este incremento se verá afectado por el crecimiento de los precios energéticos, en especial el de la corriente eléctrica, que comenzaremos a notar ya en el inicio de este 2007 que se avecina. En cualquier caso, la medida puede obedecer a una cierta ralentización del consumo interno, uno de los motores de la economía española, junto con la construcción. Si en ambos casos se produce un parón, es evidente que existe un serio riesgo para la buena marcha del país.

Si bien es cierto que con la aplicación de esta reducción en los tipos impositivos se consigue a corto plazo mejorar la situación, los efectos con la vista puesta en períodos temporales más prolongados pueden ser incluso nocivos, al alentar un incremento de precios que volvería a situar la inflación por encima de lo que es deseable.

Aún nos encontramos en una buena dinámica y los datos macroeconómicos siguen siendo positivos, con un crecimiento importante que hace que no debamos ser en exceso catastrofistas. Pero sigue siendo una asignatura pendiente la reforma estructural precisa para afrontar con garantías el futuro en el mercado tremendamente competitivo en el que nos hallamos. Sin abordar esta cuestión, con la reforma del mercado laboral incluida, cualquier medida es sólo temporal y requerirá de nuevos apaños a poco que las previsiones se tuerzan.