Marroquíes y argelinos conviven en paz en la zona de Pere Garau, de Palma, al igual de como también lo hacen en otras localidades de la Isla. Y es que entre ambos pueblos, pese a las diferencias puntuales que puedan tener sus políticos, o mejor, la cúpula de sus gobernantes, hay buen rollo y mejor sintonía, puesto que el Islam no diferencia razas, en todo caso lo hace quienes trazan las fronteras. «A veces nos reunimos para discutir sobre el Polisario -dice Belmedda Noreddine- y nos decimos de todo, pero terminada la reunión nos vamos a tomar un té juntos. También convivimos en la mezquita, en la calle, en las tiendas y en la barbería. No hay problemas entre nosotros». Pedro Prieto / Foto: Click
Con Belmeddah, argelino, presidente de la Federación Europea de Asociaciones Argelinas y también de la Comunidad Argelina de Balears, y Abderrahim Ovadrassi, presidente de Trobada Mallorquina per Convivència i Ciutadania, nos reunimos a tomer un té en equebab que el argelino Yosef posee en Pere Garau, para luego hacer un recorrido por las calles de esta especie de Magreb palmesano, a lo largo del cual conocemos a los peluqueros Mohamed y Samir (corte de pelo a 6 euros), entre cuyos clientes hay muchos mallorquines, al carnicero Otsname, argelino de Oran, que nos muestra la rica carne hala, de animal -nunca cerdo- sacrificado mirando a la Meca, con un cuchillo muy afilado que le mata de inmediato para que no sufra. Carne, además, sin sangre. Nos presentan también al dueño del supermercado y carnicería, el marroquí bereber Hassan, quien nos dice que los mallorquines «vienen a comprarme couscus, aceitunas y especies» y al propietario de otro kebab, Laid Benyacoub. Todos están encantados de vivir en Palma y convivir con los palmesamos. ¿Que por qué se instalaron en Pere Garau? «Entre otras razones -señala Abderrahim-, porque ésta era una zona en la que las casas no eran caras».
Marroquíes y argelinos llegaron a Mallorca por diversos motivos. Los primeros, buscando trabajo, a ser posible en el campo; los segundos, huyendo del terrorismo y de la inseguridad que se instaló en su país a principio de los 90. Y ambos, además de lo dicho, para mejorar su nivel de vida. Los primeros se dedican al campo, construcción y restauración, los segundos a la construcción, hostelería y comercio. ¿Que cómo son recibidos por los mallorquines? Hay opiniones para todos los gustos, pero no del todo bien, según ellos. Aunque de esto hablaremos otro día.
Buen rollo
Algunas calles de la zona de Pere Garau podríanconsiderarse el Magreb palmesano
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