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NEKANE DOMBLÀS
«Me han dicho que algunos de los que están aquí han venido con el propósito de escuchar mi conferencia». Fue la broma con la que Xavier Pastor inició su intervención. Y no le faltó algo de razón porque el tirón de Miguel Bosé es mucho tirón y algunos se acercaron hasta el salón de actos del colegio de Sant Francesc con el propósito de ver a Bosé más que de escuchar a Pastor, aunque ayer la estrella prescindiera de glamour y protagonismo en beneficio del responsable de Oceana. Bienvenidos sean, como dijo Pastor, si ello sirve para que tomen conciencia del enorme problema que sufren los océanos.

A ver a Bosé -y de paso a escuchar a Pastor- ya no acuden hordas de adolescentes obnubiladas, aunque algún autógrafo firmó y algunas esperaron al final del acto para fotografiarse con él o hacerle fotos con el móvil. Aquellas jovencitas tienen ahora cerca de 40 y los problemas del mar les afectan como a cualquiera de su generación. Como al cantante, actor y presentador ocasional. Miguel Bosé dejó claro en su presentación que lo suyo no consiste únicamente en prestar una cara famosa para apoyar una causa noble. Se ha implicado con su nombre, pero con su trabajo. El pasado verano compartió tres meses con la tripulación del «Ranger» haciendo de todo: inmersiones marinas para captar la sobreexplotación de los fondos marinos, sí, pero también limpieza de baños y cocinas. «No sólo hay que ser activos desde el punto de vista mediático», aseguró.

Bosé confesó que se implicó el proyecto de Oceana porque el día que conoció a Xavier Pastor vio sus ojos «de orca buena». Fue en una plaza de toros, curioso sitio para que acuda a él un ecologista, si no fuera porque aquel día no había toros en el ruedo, sino cantantes. Desde ese momento, decidió seguirle donde fuera por su labor «extraordinaria y rigurosa».