Decenas de puestos se instalan a primera hora de la madrugada de los sábados, poco antes de que se despierte la ciudad. La avinguda Gabriel Alomar i Villalonga y los callejones de sus alrededores acogen el tradicional baratillo que, tras varias ubicaciones a lo largo de su historia, se volvió a instalar definitiva en la vía central de Ciutat. Cada vez son menos los que siguen con el negocio familiar tras haber pasado de generación en generación, hasta cinco hemos llegado a contar y que, pese a cambiar de género, se han dedicado a la venta ambulante en diferentes mercados y rastrillos de la Isla. Se enfrentan a todo tipo de climatología y temporadas de bajones económicos, pero su «libertad» como muchos destacan es lo que les mantiene con ilusión de volver una semana tras otra al rastrillo.
Veteranos del rastrillo
Cada vez son menos los que continúan con el puesto familiar en el baratillo de Palma
03/02/07 0:00
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