La base Miguel de Cervantes está en Blat. Antes de llegar a ella nos interesamos por la situación en el país. Foto: PEDRO PRIETO

TW
0

Palma-Beirut, pasando por París, con cambio de avión en la salida y sorpresa en la llegada: la maleta se había quedado en no se sabe dónde. «Llame usted mañana, a partir de las cinco de la tarde -nos dijo el representante de MEA, algo así como AENA, entregándonos un papel con un numero de teléfono-, y si ha llegado le diremos que pase a buscarla». Porque en el Líbano no es como en otros lugares, donde si te extravían la maleta, la compañía responsable te la trae a casa.

En Beirut vas a buscarla metido en la misma ropa del día anterior, con barba de dos días y habiéndote atusado el pelo con los dedos tras una reconfortable ducha que te has dado en el hotel. Y menos mal que te llega; que como no, te veo de compras buscando lo imprescindible. He aterrizado en Beirut -donde Maruja Garcia Nicolau, hace 44 años, se proclamó miss Europa- para proseguir viaje hacia al sur del país para visitar a los soldados de Balears, enrolados en la Legión en misión pacificadora.

Su campamento, el Miguel de Cervantes, se encuentra a unos 70 kilómetros de la capital, y el viaje hasta él, según me han dicho, dura alrededor de dos horas debido al pésimo estado del camino, que se inicia en la autopista y termina por andurriales en mal estado sin asfaltar, en los que tienes que desviarte no sé cuántas veces, amén de sortear numerosos baches y socavones originados por los bombarderos de la aviación israelí en la refriega de último verano, provocada, según éstos, porque Hezbolá había secuestrado a dos de sus soldados de los que todavía no se tienen noticias.