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Hace ya décadas que Balears se convirtió en la tierra prometida para miles de personas que decidieron abandonar su pueblo en busca de nuevas oportunidades en el universo del turismo. Ahora lo es más si cabe. Mientras la media española cifra en un 9'9% la tasa de extranjeros residentes, en nuestras islas alcanza prácticamente el doble: el 18'4% de la población procede de otros países. Está claro que hay un motivo fundamental que atrae a ciudadanos alemanes, ingleses, italianos y franceses: el excelente nivel de vida, el clima y las posibilidades de negocio. En el otro lado de la balanza, el siempre hambriento mercado laboral atrae a miles de extranjeros de países más pobres: Marruecos, Ecuador, Argentina, Colombia, Rumanía y Bulgaria. Y se trata, de hecho, de una balanza en la que los dos platos se encuentran bastante equilibrados, aunque a pie de calle la sensación que se percibe es que viven entre nosotros más inmigrantes «pobres» que ricos. En realidad, las cifras son muy similares.

Dejando los fríos números al margen, lo cierto es que el paisaje humano en las Islas ha cambiado radicalmente en los últimos años porque si bien los extranjeros europeos tienden a «refugiarse» en sus casas y negocios, los procedentes de América Latina, Àfrica y Asia viven un proceso de integración mucho más claro. De ahí la creación de la Conselleria d'Immigració por parte del equipo de Jaume Matas, para dar respuesta a un colectivo cada vez más grande que podría en casos extremos llegar a crear conflictos de convivencia si se les da la espalda. Ahora, con casi uno de cada cinco ciudadanos extranjero, es el momento de plantearse hasta dónde crecerá este porcentaje, si es bueno que Balears esté cada vez más poblada y, desde luego, de prever todos los mecanismos para que la integración sea pacífica y enriquecedora para ambas partes.