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E reloj del Consistorio de Palma, en Figuera tocó ayer a las once de la mañana la hora del cambio. Según estaba previsto por los pactos, la candidata socialista, Aina Calvo, tomó posesión como nueva alcaldesa de la capital, con el respaldo del Bloc y de los nacionalistas de UM, devolviendo al Partido Popular a los asientos de la oposición después de dieciséis años de gobierno municipal.

Era un momento emotivo y triste para quien se despidía, Catalina Cirer, que se ha quedado a un escaño de conseguir la mayoría absoluta. Durante los cuatro años en los que ha ocupado el sillón de la Alcaldía, Palma ha experimentado importantes cambios. Quizá no los que quería la izquierda. Pero es obvio que se han llevado a cabo realizaciones positivas.

No lo tiene fácil Aina Calvo, pues el reto al que se enfrenta sin contar con mayoría absoluta propia es abrumador. Pero se nota ilusión por el cambio. Los partidos de la nueva mayoría municipal quieren demostrar que se puede dar un nuevo estilo a la ciudad, con otra forma de gobernar que se sintonice con las reivindicaciones de las distintas plataformas enfrentadas al PP. El cambio se traducirá en la paralización de algunos proyectos de los conservadores. Y en el impulso de propuestas contempladas en los programas electorales de los partidos que van a gobernar.

El cambio político también se ha visto reflejado en la constitución de numerosos ayuntamientos de la Part Forana. El Partido Popular, salvo contadas excepciones, no ha tenido capacidad para pactar alcaldías. La mayoría de los pactos se han formalizado entre UM y los partidos de izquierdas, lo que se traduce en un nuevo mapa político de Mallorca, en el que el PP pierde su hegemonía ante las alianzas de centroizquierda. Obviamente estamos ante una tendencia generalizada que, previsiblemente, alcanzará a las dos grandes instituciones pendientes de constituir: el Parlament -del que saldrá el nuevo Govern- y el Consell de Mallorca. Carente el PP de mayorías absolutas, los pactos se inclinan por el centroizquierda. Comienza una nueva etapa que debe ser aceptada sin presagios pesimistas y como lo que es, una consecuencia normal de la voluntad del electorado.