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El Diumenge des Be provocó el pasado domingo en Ciutadella el primer estallido de la fiesta, previa a la celebración de Sant Joan. Desde primeras horas de la mañana miles de personas llenaron cada rincón de la Plaça de la Catedral; en Can Olivar la fiesta ya había comenzado. Allí la junta de caixers disfrutaba de la hospitalidad de la casa noble por excelencia en Ciutadella y de los prolegómenos que se viven como un ritual intenso e impaciente. La bandera de Sant Joan pasó de las manos de Bárbara Rosillo a la de su esposo, Luis de Olivar, que finalmente entregó al Caixer Fadrí Joan Fedelich. En la Plaça de la Catedral el gentío estalló en una fiesta cuando Sebastià Salort tocó magistralmente el fabiol desde el balcón. Poco después, la comitiva traspasó la puerta de la casa señorial y miles de personas estiraron sus brazos para intentar tocar a la afortunada llana de l'anyel. Como el año pasado, y a pesar de la multitud, se consiguió abrir un camino suficiente para que los caixers y s'Homo des Be pudieran llegar con comodidad hasta la Plaça des Born. Allí, en el Ajuntament esperaban el alcalde y los concejales, además de 600 invitados aberenar del Bastió del Governador. Arriba, los caixers ocuparon sus asientos reservados, mientras el cordero era venerado por los niños. Allí donde se adivinaba su presencia, miles de manos intentaban tocar la lana del cordero, que cargó Joan Ramon Bosch, hermano del Caixer Pagès de Binigarba, con orgullo. La comitiva cubrió en este día de fiesta un total de 115 visitas durante las 14 horas que duró el recorrido. Efabioler Sebastià Salort hizo sonar cinco toques de duelo, uno de ellos en la Plaça des Pins por la muerte de Sant Ignasi Nou. Fue el preludio de lo que será el próximo fin de semana, donde más de 50.000 personas participarán en la salida de la qualcada.

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