Durante cinco años el consulado alemán en Mallorca ha estado al mando de Karin Köller, que llegó a la Isla en agosto de 2002 con la firme intención de trabajar para y con los ciudadanos que viven en la Isla permanentemente y con los miles turistas alemanes que visitan Balears anualmente.
Con «una actividad febril» durante sus últimos días en Mallorca, la cónsul se despide de amigos, compañeros y lugares con actos, comidas y el trabajo rutinario de cada día «porque el ritmo de trabajo en el consulado es el mismo» asegura.
El pasado miércoles fue su acto oficial de despedida, que tuvo lugar en Es Baluard, y aglutinó al cuerpo consular en Balears, al sector turístico, político, institucional, así como al propio embajador de Alemania en España, Wolf Ruthard Born.
Karin Köller se dedicó a la diplomacia y a las relaciones internacionales por su interés por los idiomas, conocer países nuevos y la necesidad de conocer culturas diferentes.
La primera experiencia de Karin Köller en el extranjero cumplió todos sus requisitos ya que fue en la embajada de Alemania en Teherán entre 1980 y 1982, «una época díficil ya que viví, de primera mano, los momentos más tensos de la guerra entre Irak e Irán». Entre 1982 y 1984 trabajó en la embajada de Alemania en Brasil y los dos años siguientes en el ministerio de Asuntos exteriores en Bonn.
Los siguientes diez años los pasó en el lugar que «más lleva en su corazón», el continente africano. Entre 1986 y 1992 trabajó en la embajada alemana en Túnez y del 92 al 96 en Kampala (Uganda), «una época maravillosa porque llegué al país tras finalizar una guerra civil de 25 años y conocí una zona que volvía a florecer».
Los dos años siguientes los volvió a pasar en Bonn en el ministerio de Asunto Exteriores para volver hasta 2002 a Àfrica, esta vez a Abidjan (Costa de Marfil) donde «viví en mis propias carnes el golpe de estado militar contra el presidente Henry Konan Bedie», destaca Köller.
Tras unos años «movidos», el trabajo para el ministerio le trajo a Mallorca, donde ha trabajado durantes estos cinco últimos años. Sobre su estancia en Balears, Karin Köller, se muestra completamente feliz por todas las vivencias que ha tenido durante estos años.
«El principio fue difícil porque los mallorquines, de primeras son muy cerrados, sobre todo, con una persona que llega teniendo una fecha fijada para marcharse como yo», asegura Köller.
Así, la cónsul señala que llegó a una isla desconocida para ella que se ha convertido «en la isla más hermosa del Mediterráneo y, sin haberme ido, ya la llevo en el corazón» destaca. Una isla que ha llegado a conocer muy bien a pesar de haber tenido un campo de actuación enorme por la colonia alemana y los millones de turistas que visitan cada año la Isla. De Mallorca asegura que se queda con todo: la gastronomía, la cultura, la vida de la Isla y su gente que, cuando la conoces, señala, «es la más afable del mundo».
Asimismo, destaca una curiosidad que nunca antes había visto: «Mallorca tiene algo muy especial y es que a pesar de haber tanta gente, tantos turistas y tanto ruido a veces, uno es capaz de encontrar su propio espacio, su propia parcela de intimidad».
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