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Ocho meses faltan para las próximas elecciones generales y ya hemos visto caer a la primera «víctima»: Josep Piqué dimite como cabeza visible del Partido Popular en Catalunya y abandona incluso su escaño en el Parlament, aunque dice que continuará con la militancia. Es «vox populi» que el secretario general Àngel Acebes esperaba con ansiedad este momento y lo cierto es que, a nivel oficial, la espantá de Piqué supondrá un alivio para más de un sector del PP, aunque otros lo sentirán.

Si bien podríamos calificar de errática la evolución política de Piqué, que empezó militando en el comunismo para acabar en las filas conservadoras ocupando cargos de elevada responsabilidad "fue ministro de Industria y de Exteriores en los gobiernos de Aznar", también es justo reconocer que su figura representaba la zona más centrada y centrista de este partido que aglutina a sectores de tan diverso origen y sensibilidad.

Piqué intentó «catalanizar» el PP en Catalunya, gesto que no ha sido ni comprendido ni valorado por la dirección del partido en la calle Génova y, a tenor de los resultados electorales, tampoco ha sido acogido con entusiasmo por los votantes.

No lo tiene fácil el PP para levantar la situación en Catalunya, donde una mayoría aplastante de los ciudadanos que se sienten conservadores se hallan cómodos en el catalanismo centrista de CiU.

De hecho, desde las directrices de Génova se ha impuesto siempre la idea de «españolizar» todas las regiones de España, una política que choca de frente en aquellos lugares donde el nacionalismo se vive sin complejos y se considera tanto una cuestión cultural y sentimental que política.

A partir de ahora será la vieja guardia de Aznar: Rajoy, Acebes y Zaplana, quienes decidan quién manda en el PP catalán.