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l calor aprieta y muchos son los turistas que se deciden a pasar sus vacaciones de verano en la Isla. Las playas son el principal reclamo turístico para los visitantes que no están acostumbrados a sentir tan altas temperaturas en sus países. Pero la ciudad, con sus monumentos, se convierte en un punto de interés para muchos, que además del sol buscan también en muchos casos cultura.

A pesar de que las calles de Palma se asemejan a un río humano en esta época del año, los turistas que recorren la ciudad, ya sea para realizar algunas compras o para hacer visitas culturales, son fácilmente reconocibles por su peculiar vestimenta. A ellos no parece importarles el lugar en el que se encuentran, ya que siempre aparentan estar preparados para pasar un día de playa.

Los alrededores de la Catedral, el Casco Antiguo o el Castel de Bellver se llenan de torsos desnudos. Gente sin camiseta, en bañador o biquini, sombreros o bolsas de playa se pasean con total de tranquilidad por la ciudad como si de la orilla del mar se tratara.

Otro aspecto curioso de la vestimenta de los extranjeros, y que hoy en día ya no nos sorprende tanto, es el que se refiere a su calzado. Las típicas chanclas de playa con los calcetines blancos sigue siendo un aspecto identificativo de nuestro prototipo de 'guiri'.

En verano, el sol no perdona a nadie en la Isla, y mucho menos a los turistas. Algunos toman precauciones un tanto originales para luchar contra los efectos del sol, como ponerse el jersey de turbante sobre la cabeza, y otros usan recursos más habituales como el uso de gafas de sol o gorras. Pero no cabe duda que abundan más los casos opuestos. Muchos de los turistas parecen no tener en cuenta los efectos nocivos de los rayos solares. En cuestión de vestimenta y estilo, las nacionalidades poco importan, ya que sobre gustos no hay nada escrito y cada uno tiene los suyos. Tampoco estaría mal preguntarnos la opinión que tienen ellos de nosotros.

Mónica Martorell