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Un día más en Portopí, frente a la base naval, donde nos hemos pasado muchas horas a lo largo de este verano real que hoy, oficialmente, termina con la cena que ofrecen los Reyes en La Almudaina a las autoridades civiles y militares de esta Comunitat Autónoma.

Ese lugar, al que hasta que la pala tiró la casa de los duques de Badajoz, llamábamos «frente a la casa de Doña Pi», tiene mucho que ver con los veranos reales, ya que en él nos hemos tirado mucho tiempo esperando para ver algo de lo que ocurría enfrente, que no es otra cosa que el embarco y desembarco de la Familia Real en el Fortuna, visión cada vez con más dificultades, hasta hoy, en que apenas vemos nada, pues los miembros de la familia realizan el embarque y desembarque en el Fortuna en una zona que está tapada por una edificación a modo de terminal. Sin embargo, ahí seguimos. A mediodía, en la salida del yate real, y en los atardeceres, cuando regresa, siempre con la esperanza de poder pillar, o de intuir algo, aunque sea poca cosa.

Lo último visto desde ese lugar fue el mosqueo que pilló el joven Froilán, para mí el nieto de los Reyes más simpático y extrovertido, sin menoscabar, claro está, al resto, con su padre, el duque de Lugo, don Jaime de Marichalar. Desde tan lejos, no sabemos de qué iba la movida entre padre e hijo. Lo cierto es que aquel le decía algo, y éste, al parecer enfadado, o de mal humor, le dio la espalda. El padre le dio unas palmaditas y el niño terminó por enfadarse del todo, echando a correr. ¡Cosas de críos!

Pedro Prieto
Foto: Click