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El proyecto de flexibilización de las tarifas en los vuelos interislas en respuesta a la petición Air Nostrum como condición para poder mantener las frecuencias, pese a que ha sido presentado como beneficioso para los ciudadanos, tiene evidentes razones para negar que vaya a ser así. Realmente y, respondiendo a las demandas que en su día realizaron todos los partidos políticos, debería establecerse un precio máximo por billete, ya que, en caso de no hacerlo, las fluctuaciones pueden ser realmente importantes.

Es un hecho que la realidad insular nos condiciona a la hora de desplazarnos, pero las Administraciones no deberían olvidar que muchos de estos desplazamientos pueden y, de hecho, obedecen en multitud de ocasiones, a causas sobrevenidas de fuerza mayor, lo que obliga a desplazarse de forma imprevista. Es por ello que no resulta razonable ni lógico que un billete adquirido en el último momento tenga un coste muy superior al que se haya vendido con una cierta antelación.

Nadie niega que las compañías aéreas deban tener garantizada una ocupación, por lo que lo normal sería que presentaran ofertas para mejorarla. Aunque lo deseable es que siempre se mantenga un precio máximo para el billete que resulte asequible para los usuarios, abocados por mor de las limitaciones del Archipiélago a utilizar el transporte aéreo para muchos de sus desplazamientos para asuntos burocráticos, sanitarios o personales.

En esta línea deben avanzar las Administraciones públicas, intentar vendernos cualquier otra cosa que no beneficie a los usuarios es una mera cortina de humo que en nada beneficia a los ciudadanos de las Islas.