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«Fue el 1 de septiembre del 36, a la una de la madrugada cuando me vinieron a buscar». Estas fueron las únicas palabras que pudo pronunciar Joan Huertas, natural de Capdepera, ya que las lágrimas no le dejaron continuar. Junto a Biel Riera, fueron los dos únicos supervivientes de Bellver presentes ayer en el homenaje a los presos del franquismo que tuvo lugar en el patio de armas del Castell.

«El que fuera entonces una joya de la tortura, el Castillo de Bellver, hoy es un monumento a la libertad», señaló Maria Antonia Oliver Paris, en nombre de la asociación Memòria de Mallorca, organizadora del homenaje que dio voz a los presos «como hombres libres», junto al Ajuntament de Palma.

La alcaldesa de Palma, Aina Calvo, destacó la importancia de «recordar los errores del pasado. El perdón y la amistad requieren de la verdad. No entiendo el discurso catastrofista que ha suscitado la Ley de la Memoria Histórica», dijo.

Calvo y Juan Huertas descubrieron en el patio de armas del castillo una placa homenaje con la siguiente inscripción:
«En memòria de totes les persones que arran de la repressió feixista desencadenada pel cop d'estat del 1936 contra el Govern legítim de la II República foren perseguides, empresonades i fins i tot assassinades».

Poco antes, los asistentes al homenaje habían recorrido al «camí dels presos», camino que une la entrada del bosque de Bellver con las cuevas que desempeñaron funciones de almacén militar y que fue construido por los presos encarcelados tras el golpe de estado del 36, donde la regidora de Cultura, Nanda Ramón, inauguró otra placa.

En Bellver estaban también Magdalena Nabot, presa en Can Salas, y Llorens Noguera, apresado en la cárcel de los Capuchinos.
En el acto, familiares de presos desaparecidos leyeron algunos fragmentos de las cartas que conservan como único recuerdo de ellos. Es el caso de Ramon Lacomba, Antoni Jordà y Joan Montserrat, todos ellos asesinados.

«Madre sabrás que ya empiezo a leer el periódico... Estoy bien...». «Mándame un abrigo y unas alpargatas... Como sabrás Martín ya no está conmigo». «Necesito un bote para matar pulgas y tabaco...».

«Las cartas describen la vida cotidiana e intentan sobre todo tranquilizar a las familias», explicó Manuel Suarez, miembro de Memòria de Mallorca.
«El objetivo de la represión era la alienación del individuo, someter voluntades».
El hecho más siniestro fueron 'les tretes', término con el que los presos eran liberados, aunque en realidad eran llevados en camiones, normalmente a la Creu de Porreres, donde los fusilaban. 'Les tretes' se llevaron a cabo en el periodo del gobernador Mateu Torres Bestard y el comandante Barrado, desde septiembre del 36 a 1937», especificó.

El acto concluyó con la interpretación de «El cant dels ocells», de Pau Casal.