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Los mallorquines vuelven a mirar al oro, «el principal aliado de aquéllos que disponen de dinero cuando asoma la crisis en la bolsa y los bancos flaquean», comentó ayer Joaquin Grau, joyero. El mercado de compraventa se mueve y después de mantener estable su valor durante años (por debajo de los 13 euros el gramo de oro), hace unos cuatro años su valor comenzó a subir.

En 2008 el oro ha pulverizado todos sus registros y en la actualidad se sitúa en unos 20 euros por gramo.
La venta de joyas de oro, brillantes o diamantes, es habitual cuando el lobo enseña las orejas y los ciudadanos deben afrontar con rapidez sus problemas de liquidez.

«Hemos notado un incremento en el número de personas que venden sus joyas, con todo no se puede decir que sea alarmante. Si bien nadie puede aventurar qué ocurrirá dentro un mes», puntualizó Grau.

Si en abril de 2008 una onza de inversión, (31'10 grs. de oro fino) salía al mercado a 650 dólares la onza, en octubre el valor del metal alcanza ya los 928 dólares por onza (fuente Kitko).

La compra de 'carpetas de brillantes' es otra de las buenas inversiones refugio que suelen florecer en tiempos de crisis. Las carpetas de brillantes son una selección de entre 10 y 12 brillantes de diferente peso, pureza, transparencia y talla. En relación a estos cuatro factores el precio de esta 'cartera de inversión' subirá más o menos.

El platino, por el contrario, «es sumamente selectivo y se mueve de forma más puntual; no está al alcance de cualquiera», comentó otro conocido joyero mallorquín.

Acudir a la venta de oro y joyas directa es más rentable que acudir a los conocidos montes de piedad, ya que en estos casos las joyas se empeñan y difícilmente se da más del 50% del valor de la pieza. La contrapartida es que ésta se puede recuperar durante un plazo de tiempo pasado el cual será subastada.

No es la opción mayoritaria pero también se opta por fundir las piezas de oro y obtener un lingote.
El joyero debe contar con la licencia oportuna que le permitirá convertir, por ejemplo, los típicos siete aros de oro mallorquín en unos 55 gramos de oro puro, cuyo valor puede alcanzar ahora los 1.000 euros.

Todas aquellas personas que deciden vender sus joyas deben saber que sus datos, así como los objetos, pasarán por un férreo control policial, que determinará si el joyero puede finalmente comprar o no esos bienes después de comprobar que no han sido robados y que no consta ninguna denuncia al respecto.

«En las casas mallorquinas de antes, aunque fueran humildes, había como mínimo 15 gramos de oro. Era y es una garantía, un valor seguro», comenta este joyero mallorquín cuya identidad prefiere guardar en el anonimato. Una tradición que parecía haber sido superada por el éxito de la bisutería de diseño, por cierto, carísima. «Hoy se vuelve a demandar piezas de oro y piedras preciosas».

La falta de confianza en la solvencia de un sistema financiero que se desmorona cada día más plantea el interrogante de cuáles son los valores seguros y en qué medida están a buen recaudo.

Cuando la inversión en oro es importante la opción mayoritaria es depositar estos bienes en las cajas fuertes de los bancos, pero algunos prefieren guardar estas propiedades en sus casas o «simplemente, lucir su fortuna».