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Imposible encontrar mesa para cenar sin reserva previa el Dimecres Bo en Inca. Ni la lluvia, que marcó la jornada previa al jueves grande, ni la crisis económica se dejaron sentir anoche en el interior de los cellers de la ciudad, auténtico emblema del Dimecres Bo en Inca. Quien más quien menos hace semanas que concretó sus reservas y de hecho, los cellers más populares, como Can Amer, Can Ripoll o Sa Travessa, repiten clientela cada año.

«No solo no han bajado el número de reservas sino que a las mesas de los clientes asiduos de cada año se van sumando familiares y amigos y tenemos que ganar espacio, donde sea, apenas quedan pasillos», comentaba anoche uno de los responsables de Can Amer, uno de los cellers de más renombre en la ciudad. La especialidad que más degustan sus clientes el Dimecres Bo es el pescado.

En el conocido celler de Can Ripoll, trabajaban desde primera hora de la tarde en la elaboración detallada de la carta del Dimecres Bo, creada especialmente para la víspera de la fiesta grande de la ciudad y que incluía platos clásicos del restaurante como la alcachofa rebozada o distintas especialidades de frito de primero y otros clásicos de la cocina tradicional mallorquina, como el llom amb col o el llom amb esclatasangs para los carnívoros y el bacalao a la mallorquina para los amantes del pescado. También previa reserva, anoche se reencontraban los comensales fijos de cada año, en dos turnos, a las 20.30 horas y a las 22.15 horas, y es que todo está perfectamente planificado para optimizar el espacio.

El segundo turno de cenas en los cellers de la ciudad terminó a punto para disfrutar del tradicional correfoc a cargo de los dimonis de Alaró y tras el correfoc continuó la marcha en los bares y en las inmensas carpas repartidas por el centro de Inca, a buen resguardo de la amenaza de lluvia, que en los últimos años también reincide.

Elena Ballestero
Fotos: Sebastià Amengual