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ALVARO IZAGUIRRE Una connotada psicosis es el sentimiento de la gran mayoría de los ciudadanos frente a los efectos directos que sobre ellos puedan pesar como consecuencia de la actual desaceleración económica desatada a nivel nacional. Esta situación es palpable en el diálogo que a diario se genera en la calle; y las medidas que a corto plazo aplica la población como forma de anticiparse a una prolongada recesión acaparan los rubros más diversos. El ahorro es la palabra que está presente en boca de todos, y para alcanzar este objetivo cualquier medida es bienvenida por estas horas.

Los mercadillos, eventos de fines de semana que se dan a lo largo y ancho de la Isla, han ido ganando adeptos en los últimos tiempos. Pero tal vez esto no sea tan curioso como el notable auge de vendedores que comienzan a participar de los mismos.

Así lo comprobamos en recorridos efectuados, haciendo especial hincapié en el que se desarrolla sábado a sábado en la zona de Magaluf.
Una pormenorizada visita al mercadillo nos permitió vivir in situ experiencias de las más variadas, así como también entablar conversaciones con sus actores principales, quienes narraron esta modalidad de, por un lado, ahorrar, y de hacer algún ingreso extra por otra parte.

Desde tempranas horas las filas de coches van haciendo su ingreso a la zona donde a posteriori habrá de desarrollarse la feria. Una vez instalados en el lugar dispuesto, los vendedores hacen su despliegue de mercaderías en oferta sobre el piso, que luego serán disputadas por los compradores. La vestimenta es el elemento que más abunda y sus muy bajos precios sirven de atractivo para la gran mayoría de visitantes. No obstante se comercia con una amplia gama de productos, cubriéndose prácticamente todos los ámbitos. Desde instrumentos musicales a muebles, pasando por juguetes, electrodomésticos, discografía y películas, accesorios, deportes, herramientas o inclusive libros, conforman parte de este universo de valores asequibles.

Juan tiene 54 años y es de origen mallorquín. Llegó al mercadillo hace ya algunos meses y lo adoptó en un primer momento como complemento a su empleo en una empresa de servicios de limpieza. Luego de un forzado recorte de personal Juan se vio sin su principal fuente de ingresos y se volcó de lleno a vender ropa en los mercadillos. «Algunos amigos se solidarizaron conmigo y me fueron aportando prendas de ellos mismos y de familiares. Esto realmente me ha ayudado mucho porque no solamente cuento con una oferta variada sino que además la gente puede ver distintos modelos y siempre hay algo que les agrada (Â…). Por supuesto que de un par de meses a esta parte el público ha ido creciendo enormemente, pero casi tanto como han aumentado los vendedores en este lugar». En cuanto a las ganancias de un fin de semana, si bien reconoce que los precios bajos no logran hacer una caja abultada, la cantidades vendidas suman «como para poder defendernos en el día a día».

La mañana va ganando horas y en una de las curvas nos encontramos con Hans, alemán y residente en la isla, acompañado por un amigo compatriota. En su sitio se pueden observar complementos deportivos, especialmente de la práctica del golf. Con una gran amabilidad Hans nos comenta que hace tiempo ha dejado de ejercer dicha actividad y ha decidido dar salida comercial a sus equipos. Intentando explicar su decisión, en un forzado castellano, el entrevistado dio a entender que los objetos contaban con un valor afectivo enorme, pero que ya no los necesitaría: «Antes de desecharlos prefiero sacarles alguna ganancia», asegura. Pero además añade: «En estos tiempos no sabemos nunca cuándo podremos necesitar el dinero». Los vendedores alemanes, muchos vecinos de la zona de Magaluf, que ofertan sus productos en este mercadillo, también han ido ganando espacios últimamente.

Al final de un pasaje una muy prolija disposición de abrigos y chaquetas de piel nos llama la atención. Ahí está María junto a su hija Ana, ambas empleadas de panadería en Palma. Según su relato, esta actividad les genera un complemento significativo en sus ingresos mensuales y, sábado a sábado, acuden hasta Magaluf para participar de la actividad. «Llegamos aquí a eso de las cuatro y media de la madrugada y esperamos turno para coger sitio. Luego que descargamos comenzamos a preparar el puesto con las chaquetas dispuestas en las perchas, de manera que puedan llamar la atención. Muchas veces se sorprenden por los precios y casi te las sacan de las manos. Por eso tratamos de no acceder al regateo, porque sabemos que estamos vendiendo calidad».

Madre e hija se iniciaron con algunas chaquetas y abrigos de su propiedad. A medida que el tiempo pasaba y las ventas comenzaron a afirmarse, recurrieron a la compra y reventa de prendas que propios clientes y amigos les fueron facilitando.

Párrafo aparte son los compradores, antes de humilde extracción y un gran porcentaje de inmigrantes. Hoy todo eso ha cambiado y los interesados no solamente han crecido en número, sino que también se pueden apreciar de prácticamente todos los niveles sociales.

«Vengo aquí siempre que me permite el tiempo», comentaba Nassir, de origen paquistaní. Este comprador es un incondicional de los mercadillos y asegura que la ropa que viste la adquiere siempre de esa manera: «Se ahorra mucho dinero y puedes vestir bien invirtiendo poco».

Carolina y Andrea acababan de comprar un vistoso par de botas tejanas por un módico valor de 5 euros, a lo que le agregaron un cinturón al tono por nada más que 1 euro. «Es maravilloso y parece hecho a mi medida», afirmaba Andrea luego de concretar la compra. Puesto de por medio, Antonio observaba una motosierra muy moderna, que su vendedor, alemán el, se la ofrecía por 50 euros. De acuerdo a su información, la máquina era de marca reconocida: «Parece que estuviera bien y el precio es interesante. Habrá que verla funcionando; pero creo que esta es la única manera que pueda comprar una», sentenciaba. Curiosamente un grupo de turistas ingleses también visitaba el lugar y se mostraban más que interesados por unas antiguas cámaras de filmación, que su propietario ofrecía por 60 y 70 euros.

Promediando el mediodía el tránsito era fluido y el caminar entre la enorme cantidad de gente se hacía bastante dificultoso. Los vendedores se encontraban en los momentos más álgidos de la jornada y los clientes pugnaban por las mercaderías más interesantes. ¿Ganancia para ambos o simplemente un precio justo? En fin, sea cual sea la respuesta nos retiramos de allí con la idea de la gran incidencia inmediata que tienen los avatares económicos de un país en los hábitos de su población.