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El cierre de la fábrica Casa Buades "la propiedad negociará un Expediente de Regulación de Empleo (ERE) para la totalidad de sus 173 trabajadores" supondrá la desaparición de una de las empresas emblemáticas de Balears, como también ocurre con El Caserío de Menorca. En ambos casos supone la finalización de la actividad iniciada hace dos y tres generaciones atrás, aunque desde hacía años que las sociedades habían pasado a manos de corporaciones con capital extranjero. A pesar de ello, tanto Casa Buades como El Caserío seguían representando la continuidad del empuje empresarial de las Islas, antaño mucho más diversificado, y que en la actualidad se centra "casi en exclusiva" en la actividad turística.

El ERE de Casa Buades ha soprendido al Govern, cuyos representantes no han ocultado que desconocían por completo las dificultades de la empresa "ligada desde hace años al alemán Grupo Teka", las cuales se atribuyen al desplome de la construcción que ha generado una súbita caída de la demanda. A falta de conocer los detalles, que todavía se tienen que dar a conocer a los representantes de los trabajadores, todo indica que es inevitable el despido de los 173 trabajadores, muchos de ellos vecinos de Binissalem, que conforman la plantilla; un golpe muy duro para la economía de la comarca.

Casa Buades y El Caserío han seguido caminos paralelos: empresas familiares con una gran proyección, incluso internacional, que acaban en manos de multinacionales extranjeras "sin ningún tipo de vínculo con Balears" antes de sucumbir a la globalización y que, curiosamente, acaba siendo su verdugo.

Esta crisis está resultando maldita para la economía balear. Los grandes imperios inmobiliarios se desmoronan, las compañías aéreas se quedan en tierra, las firmas históricas desaparecen. Un túnel del que seguro se saldrá.