Se suele decir que la política es el arte de adaptarse a las circunstancias y estamos comprobando a diario que en España así es, tanto que lo que en unas comunidades se acoge como una catástrofe, en otras se celebra con algarabía. El reciente vuelco electoral en el País Vasco "en realidad el único cambio significativo ha sido que el PNV no ha logrado la mayoría absoluta con sus aliados naturales" ha abierto la puerta a una nueva realidad política. Y los que hasta ahora han estado en la oposición, lógicamente, no han querido desaprovecharla.
Hasta aquí todo resulta «normal». Pero echemos mano de la hemeroteca. Lo que acaba de ocurrir ahora en el País Vasco es idéntico a lo ocurrido en Balears. El PP se quedó a las puertas de la mayoría absoluta "fue el partido más votado con diferencia" y la entonces oposición unió sus fuerzas para arrebatarle las instituciones. Situación idéntica. Análisis absolutamente diferente. Entonces, en Balears, el PP montó en cólera y reclamó un cambio en la ley electoral para garantizar que siempre gobernara el partido más votado. Se analizaba lo que ocurrió después como «antidemocrático» por ir en contra de la mayoría.
Ahora, en cambio, nadie exige que ocupe el sillón presidencial en Ajuria Enea el candidato del partido más votado. Al contrario, se saluda como magnífica e histórica la posibilidad de cambiar el rumbo político de Euskadi. Tanto que se dan la mano y firman pactos los partidos "PP y PSOE" que en Madrid y en casi todas partes están a la greña hasta niveles casi escandalosos.
Así es la política. En las altas esferas se contempla como natural y hasta saludable este arbitrario cambio de criterios, pero al ciudadano de la calle le resulta incomprensible defender una cosa en un sitio y todo lo contrario en otro. De cualquier modo, así son las reglas del juego parlamentario "mientras no se modifique la Ley Electoral" y hay que aceptarlas tanto si favorecen a unos como a otros.
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