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La catedral de Palma vivió ayer la que está considerada la joya del teatro medieval mallorquín. Se trata de la escenificación del davallament de Cristo de la cruz, que se celebra después del oficio del Viernes Santo. Esta tradición tiene sus antecedentes en los tiempos del Reino de Mallorca. En concreto, este acto religioso comenzó por iniciativa de Sancha de Nápoles (1284-1345), hija del Rei Jaume II. El objetivo era realizar una colecta antes del davallament para colaborar en el mantenimiento de los lugares sagrados de Tierra Santa. Por este motivo, el acto cuenta con representantes de dos familias de la nobleza mallorquina, Calaf y Quint-Forteza, que colaboraron en costear la celebración y por ello todavía tienen un papel protagonista en el davallament. Vestidos con frac y guantes blancos, todos los representantes de la nobleza se dirigieron hasta el altar mayor para seguir la ceremonia.

La escenificación comienza con el «davallament» de Cristo de la cruz. Se representa cómo se golpeaba con un martillo la parte posterior de la cruz para desclavar a Jesucristo. Sujetado con una tela blanca, la imagen de Jesús es depositada sobre el lecho fúnebre. La imagen de Jesús, seguida por la de la Virgen de la Dolorosa, forma parte de una procesión en la que participan los clérigos y los representantes de la nobleza mallorquina. La comitiva va presidida por unas banderolas, denominadas vexillas, que dieron aún más solemnidad al acto. La procesión del santo entierro recorrió el perímetro interior de la Seu y concluyó en el altar mayor. La conmemoración finalizó con el entierro de Cristo.

Tanto el oficio religioso del Viernes Santo como la representación del «davallament» contaron con la presencia de miles de fieles, que siguieron con muchísima devoción la ceremonia. El obispo de Mallorca, Jesús Murgui, ofició la misa en castellano y catalán. Posteriormente, se explicó el significado del davallament en castellano, catalán, inglés y alemán. Uno de los momentos más emotivos de la celebración se produjo cuando se descubrió la imagen de Cristo. La mayoría de fieles se arrodillaron y permanecieron en un profundo recogimiento.