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L.MOYÀ Eran las 19.30 horas cuando el paso de Nostra Senyora de l'Esperança abandonaba la basílica de Sant Francesc para acceder a la plaza, donde bailó. Su salida abría la procesión del Sant Enterrament, que ayer noche recorrió el Casco Antiguo de Palma. El silencio reinaba en el lugar, un claro ejemplo de la solemnidad que adquirió el acontecimiento.

Las 32 cofradías de Ciutat fueron saliendo con paso solemne acompañadas de unos 3.000 cofrades. La hermandad de la Santa Caridad abrió la marcha. Tras ellos, la de Nostra Senyora de l'Esperança y la cofradía de Santa Mònica. De esta manera, se iniciaba el largo recorrido por el centro de Ciutat siguiendo el orden del Vía Crucis. De Sant Francesc se dirigieron a la Plaça de Santa Eulàlia y, de ahí, a la Plaça de Cort, a las calles Colom y Marqués Palmer, a la Plaça Major, a la calle Sant Miquel y a la Porta de Sant Antoni. El objetivo, la iglesia del Socors, donde no había llegado aún el paso del Sant Enterrament al cierre de esta edición.

La emoción se palpaba en cada rincón por donde discurría la procesión del Sant Enterrament. Los espectadores seguían con atención el paso de los cofrades. Las horas iban pasando y el olor a incienso se mezclaba con los rayos de la luna, que ayer lució casi en plenitud. Pudo verse alguna que otra nube, pero la lluvia no hizo su aparición hasta poco antes de la una de la madrugada, lo que obligó a suspender la procesión aunque sí se llevó a cabo el Sant Enterrament.

Seis de las 32 cofradías que recorrieron las calles del Casco Antiguo de Palma lucieron el lazo blanco, en su estandarte, en el paso o en las capas, en señal de protesta por la reforma de la Ley del Aborto. Fueron la Hermandad de la Santa Caridad y del Beato Juníper Serra, la Cofradía de Santa Mònica, la Cofradía de la Santa Faz, la Agrupación de Penitentes Santo Cristo de la Agonía, la Cofradía de Santo Tomás de Aquino y la Real Cofradía de la Virgen Dolorosa.

Uno de los momentos más emotivos de la noche fue cuando la primera cofradía llegó a la iglesia del Socors, donde tiene su sede la Cofradía de la Cruz de Calatrava, la más antigua de Balears y que, un año más, lució flores lilas. Eran las 22.40 cuando entró el primer paso, el de Nostra Senyora de l'Esperança, y todavía quedaban algunas horas para que la Cofradía de la Cruz de Calatrava protagonizara el momento cumbre de la procesión: el Sant Enterrament.

El recorrido por la calle del Socors trajo a la mente a más de uno una imagen que ya ha pasado a la historia: la de las prostitutas arrodilladas ante el Sant Enterrament a su paso. Otros recordaron cuando la calle se transformaba el Viernes Santo, ya que se limpiaba para la ocasión y todos los locales, que por aquel entonces proliferaban en la zona, cerraban en señal de respeto. Hoy en día, ya nada queda de aquello, pero sí continúan perdurando, y con toda su fuerza el respeto y la emoción que provoca el paso de la procesión por la calle Socors. El templo lucía sus mejores galas, estrenando para la ocasión ocho damasos realizados por Toni Fuster y Joan Rabassa. Siete de ellos recordaban la Cruz de Calatrava y otro estaba en el frontal del escudo de las Cinco Llagas. Cada damaso se situó en cada una de las capillas de la iglesia. El paso del Sant Enterrament aceleró su recorrido por atajos en cuanto se puso a llover. Apenas una hora estuvo por las calles porque no salió de Sant Francesc hasta pasada la medianoche.