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Eran las ocho de la tarde del viernes y la plaza de Santa Maria la Major ya estaba repleta de penitentes y público que no querían perderse uno de los momentos más hermosos de la Semana Santa de Inca, que llega de la mano de la representación del Davallament.

Cuando sólo pasaban de un par de minutos de las ocho y media de la tarde, el rector de Santa Maria la Major, Simó Garau, hizo su aparición en la plaza y realizó un breve sermón ante la atenta mirada de las autoridades locales encabezadas por el alcalde, Pere Rotger, y las tres Marías, este año representadas por las pequeñas Paula Domínguez, Aina Adrover y Belén Moreno, que como manda la tradición iban vestidas de riguroso negro.

Sólo con el sonido de l'Harpa d'Inca y con un juego de luces y sombras que alumbraba la cruz, se llevó a cabo la escenificación de la retirada del cuerpo de Jesús de la Cruz inerte y su posterior colocación en el sepulcro de cristal que fue portado durante la procesión por la cofradía del Santo Entierro y seguido por un grupo de mujeres vestidas de luto.

La procesión del Viernes Santo de Inca, que fue abierta por la cofradía de La Puresa, recorrió las principales calles del centro de la ciudad y duró unas dos horas. Como en cada año, los pasos más admirados por el numeroso público fueron las imágenes de la Dolorosa que custodia la cofradía de Santo Tomàs de Aquino y el Santo Entierro, que son junto al Crist de la Sang, las más espectaculares que procesan durante el Viernes Santo en Inca.

Como particularidad de la ciudad de Inca, y a diferencia de muchos municipios, los cofrades portan los pasos de grandes dimensiones a hombros lo que provoca solemnidad a la procesión. Este hecho también repercute que se alargue la procesión, ya que los portadores de las grandes tallas deben relevarse continuamente.

La Semana Santa de Inca acabará hoy con la procesión del Encuentro en la que también participarán las tres Marías, aunque esta vez irán vestidas de blanco para acompañar a Jesús resucitado.