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El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, ha anunciado una serie de medidas liberalizadoras en las relaciones con Cuba al permitir, sin restricciones, los viajes y envío de dólares a los familiares de los exiliados que quedaron en la isla caribeña bajo el régimen castrista. La decisión norteamericana, anunciada por sorpresa, revoca el endurecimiento del bloqueo impuesto por su precedesor en el cargo, George Bush.

Fidel Castro, por su parte, mediante un artículo en el órgano de propaganda oficial Granma minimiza el gesto de Washington argumentando que Estados Unidos mantiene el bloqueo que John Fitzgerald Kennedy dictó en 1962, después de la llamada 'crisis de los misiles'.

Las facilidades de que el exilio cubano en Miami pueda transferir sin límite dólares a sus familiares en Cuba, así como viajar a la isla para visitarlos, es un indudable gesto de acercamiento por parte de la Administración norteamericana al régimen comunista de Cuba que, sin duda, aliviará las consecuencias del bloqueo sobre la población. Sin embargo, la queja de Fidel Castro se sustenta en una reclamación que, precisamente, alimenta el sentimiento antiamericano entre muchos cubanos: el fin del bloqueo.

Cuba tiene todo el derecho a escribir su propia historia del que tiene que ser inevitable camino hacia la democratización de sus instituciones y el respeto a los derechos humanos de su régimen político, un proceso en el que la actitud que ha venido manteniendo los Estados Unidos durante más de cuatro décadas no ha sido una ayuda. Ahora, con los demócratas en la Casa Blanca se vuelve a abrir un rayo de esperanza; sólo cabe esperar que no se apague.