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A bordo del Queen Victoria el tiempo parece haberse detenido en los años 30. Grandes salones de doble altura recubiertos de maderas nobles, alfombras tejidas de forma artesanal, esculturas en bronce, paneles en marquetería balaustradas de mármol, lámparas de cristal tallado, y una colección de 500 obras de arte transportan al pasajero a otra dimensión.

Es el sueño hecho realidad de Cunard Line, la última reina de una dinastía que se inició en 1936 con el célebre Queen Mary cuyo nombre original debía ser precisamente Queen Victoria. Toda una saga a lo largo de tres cuartos de siglo que ahora alcanza su cénit en una creación que resuma todo el esplendor de los grandes liners de antaño. Y es que este buque, lleno de objetos del siglo y medio de historia que acumula la legendaria naviera británica desde su fundación en 1840, navega como un museo del recuerdo. Concepto que cobra vida propia en el suntuoso Queen Room, inspirado en la mansión Osborne House, frecuentada por la reina Victoria.