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Una fría noche y la psicosis de la crisis no fueron obstáculos para que los palmesanos se volcaran en celebrar una vez más la tradicional Feria de Abril. El escenario fue el polígono Son Rossinyol. Cerca de la medianoche comenzaron a llegar grandes grupos de amigos y familias para entregarse a la fiesta, el baile y las copas.

Dieciocho casetas componen la feria. En ellas se puede encontrar variedad de productos tradicionales de la gastronomía andaluza, como lo son los rebujitos, la canasta, pescadito, variados ibéricos y calamares a la andaluza. Cerca de la medianoche comenzaron a llegar los visitantes, quienes iniciaron la noche con el tradicional paseo por las casetas para elegir dónde disfrutar de la fiesta. La oferta es variada y lo que marca la diferencia es la música, que a medida que va entrando la noche y la presencia de los jóvenes se hace más notoria, va cambiando de las típicas sevillanas a la música popular de los años 80, hasta llegar a la electrónica y el house.

Un ambiente tranquilo y muy alegre es el que caracteriza las jornadas de esta feria. Los grupos de amigos celebraron a lo grande la fiesta, fotos, risas, bailes y brindis hasta pasadas las cuatro de la madrugada.

Se acaba la noche, comienza el regreso a casa, fuera del recinto una gran cantidad de taxis esperan a los pasajeros y un amplio dispositivo de seguridad, tanto de la policía como privado, se encarga de que la fiesta acabe en total tranquilidad.

Cristián Castro