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A mediodía de ayer, nueve internos del Centro Penitenciario de Palma, acompañados por miembros de la Pastoral Penitenciaria, viajaron a Vigo, vía aérea, para, por carretera, adentrarse en Portugal desde donde iniciarán el Camino de Santiago. 130 kilómetros que gran parte de ellos discurren por caminos portugueses, son los que van a recorrer, a pie naturalmente, a razón de 20 kilómetros cada día. Por lo visto, un recorrido razonable, que no tiene por qué agotar a nadie.

Para ello iban más que bien provistos, tanto de calzado, como de gorras por si el sol aprieta "también llevaban chubasqueros, pues en Galicia nunca se sabe..."; y como hay que andar mucho, y a veces beber y comer por el camino, llevaban mochilas donde guardar los bocatas y el agua, y quién sabe si algún libro con el que matar las horas de aburrimiento, si las hubiere, que nos tememos que no, pues todos van muy animados y con la predisposición de disfrutar del viaje en completa libertad, sin guardas que los controlen, ya que las fugas están descartadas. Vamos, es que nadie piensa en ellas, «pues lo contrario, pensar en escaparse, sería un error por parte de quien lo intentara», comentó uno de los viajeros.

En la expedición van sólo dos mujeres, María del Carmen y Marta; e iban, como los demás, muy ilusionadas. Porque devociones aparte "que alguno la debe tener" el viaje en sí es un premio conseguido tras haber sido sometido su expediente a una evaluación que le han hecho desde las altas estancias, «que aquí no funciona ni por sorteo, no porque te lo regalen».

De los cuatro Caminos que han llevado a cabo los internos de Palma, «nadie ha repetido. Porque el que va una vez, no vuelve en otra, ésa es la norma», nos decía el responsable de la Pastoral