Cientos de miles de manifestantes tomaron ayer el centro de la capital iraní, Teherán, convocados por el líder de la oposición y candidato reformista, Mir Husein Musavi, para solicitar una repetición de los comicios electorales del pasado viernes en los que se acusa de victoria fraudulenta al actual presidente Ahmadineyad. La masiva concentración se produjo a pesar del despliegue policial ordenado por el Ministerio de Interior, el cual mantenía un férreo control sobre los partidos y dirigentes reformistas, contrarios al actual régimen en Irán.
La comunidad internacional sigue con el máximo interés el desarrollo de los acontecimientos que se viven en Irán, país que mantiene una actitud amenazante con occidente "en especial con Estados Unidos" e Israel desde el triunfo de la revolución islamista del ayatolá Jomeini en 1979 tras derrocar al sha Reza Palhevi. La enorme extensión del país, la importancia de sus reservas energéticas y el desarrollo de programas nucleares hacen de Irán una pieza básica en el tablero estratégico de Oriente Medio. Desde la ONU, su secretario general, Ban Ki-moon, no oculta su preocupación por el cariz que están tomando los disturbios.
El movimiento reformista en Irán se está mostrando bien organizado y desafiante ante el poder establecido que representa Ahmadineyad, heredero de un integrismo islámico que está perdiendo fuerza entre los sectores más influyentes del país. Todavía es pronto para adivinar cómo acabará la crisis actual y cuáles serán sus consecuencias a corto y medio plazo, aunque en todo caso ha demostrado la existencia de una corriente de contestación interna de la que apenas se tenían noticias en Occidente.
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