Menudos corazones

Los chavales realizan actividades predeportivas, dinámicas con los monitores y talleres, agradeciendo sobre todo el tiempo de playa y los cursos de vela.

«Estar fuera de casa les sirve a los chicos para darse cuenta de que pueden vivir lejos de sus padres, que muchas veces los sobreprotegen», comenta María. «Además, muchos campamentos no admiten niños que tomen medicación», añade Belén Tarrat, psicóloga de la Fundación.

Junto a tiritas y gasas, enseres propios de cualquier excursión infantil, estas colonias llevan en su botiquín bombonas de oxígeno y desfibriladores, además de personal médico. «Nosotras les administramos la medicación para que puedan pasarlo bien sin preocuparse de esas cosas. Hacemos casi todas las actividades con ellos para estar atentas, aunque lo que más hacemos es curar raspazos y lavar ojos llenos de arena», comenta Raquel Garrido, enfermera del grupo.

La Conselleria d'Esports i Joventut del Govern subvenciona la estancia de los jóvenes en el albergue y una empresa farmacéutica se hace cargo de la mayoría de los gastos, aunque desde la Fundación aseguran que con la crisis reciben menos donaciones y colaboración.

Cada año nacen en Balears 110 niños con una cardiopatía congénita, cifra que aumenta hasta 4.000 en toda España. «Pueden realizar todo tipo de actividades, sólo que adaptadas a ellos. Claro que pueden jugar al fútbol y otros deportes sólo que tienen que descansar más a menudo, eso es todo. Por ejemplo Marta, una chica de 16 años hace gimnasia rítmica, y Rubén, de 15, compite en ping-pong a nivel nacional», explica María Gutiérrez.

Lucía Planes