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Tranquilo en todo momento, incluso con una sonrisa en la cara, Juan Manuel Morales ingresó ayer en prisión. Antes, explicó al juez sus planes para colocar explosivos en la UIB. El joven de 21 años admitió que en su cabeza había elaborado un atentado en el campus. Lo que no dejó tan claro ante el juez era la inminencia o no de ese ataque. Según relató, plasmaba esos pensamientos por escrito en su diario personal, pero no que tuviera una intención clara de llevarlos a cabo.

En todo caso sí reconoció la compra de distintos componentes químicos que pidió por internet con los cuales elaborar los explosivos.

El detenido contestó a todas y cada una de las preguntas que le realizó el juez y, dentro de su peculiar lógica se mostró coherente. Antes, ante la policía había confirmado estos planes, según informó la delegada del Gobierno, Teresa Palmer, en un comunicado de prensa insólito. Según esta nota, Morales confirmó su admiración por los autores de la matanza de Columbine. Los responsables policiales le definen como «una persona muy inteligente, introvertida, frustrada, con problemas con la sociedad y simpatía por los símbolos nazis, si bien actuaba totalmente solo dado que no pertenece a ninguna banda ni grupo político».

Examen

Juan Manuel Morales queda ahora a la espera de que se le practique un examen psicológico que será clave en el futuro del caso. Ayer se descartó que fuera visto por un forense ya que no se trata de determinar si estaba o no en condiciones de declarar, sino de establecer hasta qué punto es capaz de evaluar sus actos y si la frustración que proyecta hacia los estudiantes en general tiene un carácter patológico o no. En su comparecencia judicial de ayer su actitud fue siempre fría.

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Sobre todo al llegar. Agentes del Cuerpo Nacional de Policía le trasladaron en un coche patrulla a los juzgados a primera hora de la tarde. Ya al bajar la rampa de los juzgados se le vio esbozar una sonrisa dentro del vehículo en el que iba esposado. Esta actitud la mantuvo al enfrentarse a las cámaras que se congregaban a la entrada de la sede judicial.

Por el momento, el magistrado que instruye la causa le imputa un delito de tenencia de explosivos y otro de estragos, este último en caso de tentativa. Para el primero, el Código Penal contempla penas de hasta ocho años cárcel. El segundo se aplica a quien con explosivos o de otra manera destruya instalaciones públicas y conlleva condenas de entre diez y veinte años de prisión. La enorme extensión de la posible condena que le podría ser aplicada (28 años) ha llevado a que el juez tome la decisión de decretar la prisión provisional sin fianza.

El auto del magistrado Enrique Morey argumenta que existe riesgo de fuga además de que aún pueda destruir alguna prueba. Un tercer argumento alude a la necesidad de proteger a las posibles víctimas de Juan Manuel Morales. La defensa del detenido, que fue ejercida por una letrada del turno de oficio, se opuso a la petición de ingreso en la cárcel del detenido.

La de ayer no es la primera visita que el joven hace a los juzgados. En un momento dado el ahora detenido solicitó una orden de alejamiento para sus padres tras un incidente relacionado con unos posibles malos tratos. Más tarde, pidió la retirada de esta medida. Ayer, sí acudió hasta los juzgados el padre del acusado, si bien no llegó a ver a su hijo y se marchó del lugar ante la gran cantidad de medios de comunicación y al no poder esperar dentro del juzgado de guardia, según el protocolo habitual de Vía Alemania.

La investigación permanece bajo secreto de sumario. En los últimos días se había intensificado la vigilancia al joven ante el temor de que cometiera alguna acción como las que aventuraba en su diario. Finalmente se esperó a que recibiera el encargo de material químico para practicar la detención el pasado miércoles por la mañana.